sábado, 12 de septiembre de 2015

Pensando Patagonia desde Patagonia Dra. Susana B. Torres



Pensando Patagonia desde Patagonia
Dra. Susana B. Torres (UNPSJB, UNPA)



El título de la charla “Pensando Patagonia desde Patagonia” anuncia la intención de problematizar temáticas y reflexionar sobre la historiografía del extremo sur del continente americano y hacerlo desde ese sur. Esto último no implica plantear una mirada “localista o regionalista” todo lo contrario, propone ampliar nuestra visión, a veces acotada a límites reales o ficticios, para interpretar y pensar la dinámica histórica de Patagonia desde Patagonia.
Planteado el enfoque temático, les propongo abordarlo partiendo de cuatro preguntas, las cuales en la medida que cuestionan ciertas afirmaciones nos hacen dudar de sus certezas y sus significados. Vayamos entonces a los interrogantes que trataremos de responder considerando dos relatos o miradas: una desde afuera del espacio patagónico  y el otro desde su interior. Relatos que ha veces se complementan y otras se contraponen proponiendo imágenes extremas de una misma realidad.

1.      Cuál fue el origen del nombre de Patagonia y cuál su significación para su historia?
2.      Qué es Patagonia, qué abarca Patagonia, como la vemos y como la ven desde afuera?
3.      Cómo se ha relatado la histórica de Patagonia, desde su historiografía y la nacional,?
4.      Cuáles son las características de las visiones que circulan acerca del espacio patagónico?


Cuál fue el origen del nombre de Patagonia y cuál su significación para su historia?

                                                                  Nuestro capitán llamo a este pueblo patagones[1]
     
            El que escribió la frase citada fue Antonio Pigafetta, el cronista de la expedición que descubrió el estrecho, que separa tierra firme de la Isla de Tierra del Fuego. El capitán fue Hernando de Magallanes, un navegante portugués a quien la corona española le encomendó encontrar un paso que uniera el Océano Atlántico con el Mar del Sur—hoy Océano Pacífico. Con ese propósito zarpó de España, en 1519, y luego de meses de navegación, en Marzo de 1520, pernoctó en la bahía que denominó San Julián. El pueblo que se nombra era el de los tehuelches meridionales o Aoniken (gente del sur) a quienes Magallanes denominó patagones (la versión original menciona la palabra patagoni).
            La pregunta es: cuál es el origen del término patagoni, del cual  derivó Patagonia, nombre con el cual el extremo sur de América se incorporó a la historia universal, a inicios del siglo XVI? Entre las posibles respuestas la más difundida es la que alude a los pies grandes o a los mocasines, hechos de piel de guanaco, de los tehuelches. Sin embargo esta asociación entre el nombre y sus referencias es un misterio. Si incursionamos en su etimología vemos que, en la lengua castellana, se denomina patudo o patón a la persona de pies grandes. Es decir no existe asociación entre patagón y la referencia a los pies o calzado. Tampoco se encontró en los términos patagón y patao del francés y portugués respectivamente, aunque se planteó que patagao era una deformación de patao que en portugués significa galocha o tamango.[2]
Estas posibles asociaciones generaron más dudas que certezas y llevaron a estudiosos a plantear que el vocablo patagón hacia referencia a un monstruo con cabeza de perro que era uno de los personajes de la novela Primaleón.[3]  El monstruo se llamaba Pathagon,  Patagón o Patagó. Esta palabra sí es muy parecida a Patagón; casualidad o real vinculación? Para que esto último ocurriera debemos considerar dos cuestiones, que Magallanes leyó la novela, o conocía la historia sin haberla leído.[4]
Las relaciones del nombre patagón con los pies grandes de los tehuelches o con el monstruo llamado Patagón, pueden tomarse como punto de partida de dos visiones de Patagonia que convivirán hasta el presente: la de sus habitantes y la de los “otros” los de afuera: una de realidades y subjetividades otra de mitos y leyendas, una de pioneros otra de bandoleros; una de pura y “maldita esterilidad” otra de puros recursos, una histórica y otra ahistórica y la lista continúa. Dos extremos de una misma realidad, o una realidad extrema que ha despertado desde que entró a la historia la imaginación de propios y ajenos y las pasiones y expectativas de los que la han poblado.
Cualquiera sea nuestra preferencia respecto al origen del nombre de Patagonia, lo cierto es que en 1523, el extremo sur de América aparece por primera vez en un mapa como regione patagona, y que con el nombre de Patagonia se instaló definitivamente en la cartografía, en el siglo XVIII. El primer contacto entre tehuelches y españoles y el acto de estos últimos de nombrarlos como patagones y a su territorio como Patagonia los incorporó a las crónicas, la cartografía y la imaginación de los europeos. Pero el espacio, denominado Patagonia, fue cambiando su contorno en la medida que se fue conociendo. Entonces, qué limitamos cuando decimos Patagonia?
 



Qué es Patagonia, qué abarca Patagonia, como la vemos y como la ven desde afuera?

 ….empezamos a cruzar el río Colorado. Algunas personas consideran que ésa es la frontera de la Patagonia…[5]

Tierra extrema o de extremos ha sido un espacio que desde su origen hasta la actualidad, la indefinición ha sido su sino. Los habitantes originarios nunca buscaron delimitar su territorio, éste se continuaba en los océanos como lugares de recursos. Los españoles desde que se resignaron a no poder controlarla, recorrieron sus costas y nombraron sus accidentes geográficos, pero no llegaron a dominarlo, nunca penetraron en su interior o no les interesó hacerlo.
Los españoles y los navegantes de otras potencias Europeas hasta el siglo XIX la bordearon como un obstáculo obligado en la ruta hacia el poniente. Fue, recién en la segunda mitad del siglo XIX que Patagonia comenzó a ser caminada y reconocida intensamente, siguiendo los cursos de los ríos. Este proceso paralelo a la conformación del Estado argentino y chileno fue delimitando las fronteras internacionales. La cordillera, que hasta entonces era un lugar de paso para los grupos indígenas se convirtió en un límite político administrativo.
El trazado de los límites internacionales se dio junto a la delimitación interna de los territorios nacionales. El gobierno chileno creó provincias y el argentino gobernaciones para poder administrar extensos espacios muy poco habitados. Estos espacios creados artificialmente por los Estados no siempre se han correspondendido con los lugares definidos por la historia y las experiencias de vida de sus habitantes. Por eso no es de extrañar que entrado el siglo XXI, sigamos preguntándonos de qué hablamos cuando nos referimos a la Patagonia? o “Qué es Patagonia? ¿Cuáles son sus límites?”[6] No existe, por lo tanto, una respuesta si no varias, y en ellas las miradas externas e internas se entrecruzan o se distancian.
La mirada interna, de los patagónicos argentinos es dual, algunos consideran las divisiones internacionales y nacionales y al nombrar Patagonia dar por supuesto que es la argentina. Para otros, desde una mirada que recupera la de los pueblos originarios y la de los migrantes que han cruzado la cordillera, Patagonia no tiene adjetivos que la nacionalicen.  Esta última coincide con una de las miradas externas, la de los turistas extranjeros quienes, fieles a los primeros mapas, no distinguen dos patagonias y reconocen una.
La mirada externa, pero desde el centro de la Argentina y desde los bordes del espacio patagónico, hace referencia a una Patagonia circunscrita a los límites de la soberanía argentina y las divisiones político-administrativas establecidas desde la Ley de Territorios Nacionales de 1884: Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur. En 1996 el Gobierno Nacional incorporó la provincia de La Pampa a la llamada región patagónica, sin embargo no es reconocida como patagónica por la mayoría de los patagónicos.
Distinta es la situación de los habitantes de la localidad de Carmen de Patagones situada en el borde norte de Patagonia. Fundada en 1779, junto con otros asentamientos españoles-- Puerto San José y el Fuerte de la Candelaria, en la actual Península Valdez, o Floridablanca en 1780, ubicada a dos leguas hacia el oeste de San Julián,-- fue la única que perduró. Se convirtió en la puerta o la salida de los territorios del sur y el centro más importante de contacto, comercio y entrega de raciones del Gobierno Argentino y los tehuelches y mapuches.[7] La historia de la ciudad siempre ha mirado al sur y la memoria colectiva de sus habitantes reclama pertenecer al espacio patagónico, sin embargo depende administrativamente en la Provincia de Buenos Aires, poseedora de una historia que le es extraña.  
Las miradas internas y externas también han marcado los enfoques vinculados a la forma de limitar y abordar la historia del espacio patagónico. Nos referimos específicamente a las distintas maneras de pensar Patagonia desde Patagonia y desde el centro de la Argentina. Veamos sus características diferenciales y ejemplifiquemos con uno de los posibles temas, el poblamiento patagónico.


Desde la historiografía patagónica y argentina, cómo se ha relatado la dinámica histórica de Patagonia?

en nuestra historiografía, se ha generalizado…..a partir de exhaustivos y profundos análisis sobre realidades particulares…[8]  

Desde la mirada externa al espacio patagónico, es decir desde la historiografía centralizada en Buenos Aires, se ha “nacionalizado” la historia de la región pampeana y se ha convertido en la versión aceptada de la historia argentina. En este contexto, Patagonia ha quedado incorporada a una cronología regional convertida en nacional, que mal se ajusta a la suya y limitada, en el análisis, a las fronteras del Estado Nacional que mal pueden explicar sus procesos sociales y económicos. Desde la mirada interna, los límites se desdibujan  y el eje temporal retrocede en el tiempo para dar cuenta de los pueblos originarios y desde siglo XVI seguir un derrotero, poco conocido por el resto del país.
La cronología y los límites del Estado Argentino dificultan la comprensión de la historia patagónica desde la visión generalizadora. Consideremos algunos ejemplos siguiendo el argumento centralista. La historia del territorio, que luego fue la República Argentina, comenzó en 1516 cuando Juan Díaz de Solís descubre el “Mar Dulce”—Río de La Plata, lugar donde encuentra la muerte. Continúa en 1527 con Sebastián Gaboto y la fundación del Fuerte Sancti Spiritu y en 1536, con el fracaso de la primera fundación de Buenos Aires, por Pedro de Mendoza.  Como al pasar se menciona la expedición de Hernando de Magallanes, en 1520, la cual descubre el estrecho que lleva su nombre y el único paso en los océanos Pacífico y Atlántico hasta la apertura del canal de Panamá en 1914.
Los olvidos en el registro comenzaron desde entonces, no se menciona que en 1520, se dieron cita en el espacio patagónico la cruz y la espada. El domingo de Pascua, por primera vez se dio misa en lo que sería el territorio argentino, la cual coincidió con una sublevación organizada por miembros de la tripulación, quienes fueron ajusticiados. No se mencionan, tampoco, las expediciones anteriores y posteriores a la de Pedro de Mendoza, ni la fundación de dos asentamientos en la costa del estrecho de Magallanes, por Sarmiento de Gamboa en 1581, prácticamente contemporáneas a la segunda fundación de Buenos Aires en 1580.[9]
Si bien es cierto que Patagonia en esos años era un obstáculo que había que superar para poder llegar al Océano Pacífico, era, también, un lugar estratégico no sólo para el Imperio Español sino también para las potencias europeas que le disputaban a España las rutas marítimas para comerciar. Era parte del recorrido obligado hacia oriente y sus costas eran el refugio de marinos, corsarios y piratas. Patagonia fue entonces un lugar de contactos entre los europeos y la población originaria, contactos que quedaron registrados en los relatos de los extranjeros que la nombraron muchas veces antes que existiera un país llamado República Argentina.
Podemos continuar construyendo una nueva cronología de la historia argentina desde el espacio patagónico pero retómenos a la segunda dificultad, los límites. El relato de la historia argentina se ha enmarco al interior de sus fronteras, contorno que no ha tenido en cuenta las particularidades del espacio patagónico. Por ejemplo, en 1880, se argumenta, se consolidó el Estado Nación y un mercado nacional que creció al amparo del sector agro exportador, el cual se vinculó al mercado internacional a través del puerto de Buenos Aires. Este esquema olvidó dos características diferenciales de la economía Patagonia: 1. su producción lanera la vínculo directamente al mercado Europeo sin necesidad de la intermediación de Buenos Aires y 2. su circuito comercial, hasta la década del 1930, era bifronte se vinculaba con Chile y coqueteaba, con una participación cada vez más creciente, con el mercado interno argentino, el cual, hasta su incorporación definitiva y la del resto de los áreas cordilleranas, no fue nacional.[10]
La historia del sur argentino es imposible de analizar si no consideramos la Patagonia toda: tanto chilena como argentina.  Antes que Chile y Argentina delimitaran la frontera política administrativa, los grupos indígenas libremente circulaban a un lado y otro de la Cordillera de los Andes. Cordillera que ha unido más que separado a las poblaciones de ambos lados y que es imposible desconocer a la hora de explicar la ocupación del espacio, pues ha sido testigo de miles de experiencias migratorias.
Al poblamiento del sur argentino la historia nacional lo conoce escasamente y la generalización de los procesos migratorios de la pampa húmeda lo engloba sin diferenciarlo. Así, el énfasis de los estudios migratorios, hasta recientemente, estuvo puesto en las migraciones europeas, italianos en primer lugar por ser el grupo más numeroso que migró a argentina y se asentó con preferencia en la zona pampeana. Se consideró que dicha zona se habían dado, en los centros urbanos, los índices más altos de migrantes europeos entre la población económicamente activa. El estudio de las migraciones limítrofes es más reciente, en él, los chilenos son considerados en el marco del los flujos migratorios a la zona central del país, que se produjeron desde mediados del siglo XX
Analizando el poblamiento desde Patagonia vemos que los grupos étnicos europeos si bien siguen los flujos internacionales que arriban desde el Atlántico se particularizan y en algunos casos son únicos para el espacio patagónico. Es decir, los españoles conformaron  el grupo más numeroso en lugar del italiano. Los galeses, por más de 10 años, tuvieron una vida independiente en el valle del río Chubut. En la zona de Comodoro Rivadavia, la diversidad étnica fue la característica en los pueblos petroleros en las primeras décadas del siglo XX, superando los porcentajes de europeos de las ciudades del litoral. La cordillera no fue un impedimento para que llegaran de Chile migrantes chilenos y europeos, más aun una vez establecido el control aduanero  y fronterizo a un lado y al otro de la cordillera—gendarmería nacional se crea en 1938—el flujo continuo..
Patagonia no se ajusta a los planteos regionales convertidos en generales. Veamos, entonces, su ocupación sin cronologías y sin límites nacionales. A fines del siglo XIX, comenzaron a llegar o a desplazarse migrantes, desde el interior de argentina, desde el Atlántico, y desde el Pacífico, atraídos por las oportunidades laborales o las posibilidades de invertir capitales. Los migrantes internos estuvieron presentes desde el principio en la ocupación del espacio. Los primeros fueron los grupos indígenas desplazados de sus lugares naturales y reubicados. Más tarde, llegaron aquellos que migraron espontáneamente de las provincias cercanas o fueron contratados por organismos nacionales—e.i. Y.P.F. para los yacimientos de Comodoro Rivadavia--[11] en la zona norte del país.
Desde el Atlántico, Argentina recibió migrantes europeos de la zona mediterránea, de Malvinas y de Sudáfrica y luego de la primera guerra mundial de la Europa del Este. En Patagonia, diferentes experiencias vinculadas a procesos de colonización, estadías previas en otras zonas del país particularizaron los arribos de los distintos grupos. Entre los británicos se destacan los galeses que en 1865 llegaron a las costas de Chubut con la idea de crear para una nueva Gales y los escoceses e ingleses quienes emigraron con conocimientos sobre la cría de ganado lanar. Finalmente, los boers, quienes procedentes de Sudáfrica emigraron para no vivir bajo el gobierno británico.[12] Sus arribos no se ajustan a la cronología del centro del país. Los galeses llegaron antes que se produjera la emigración masiva, los alemanes, austriácos y polacos a partir de 1907 siguiendo al petróleo que los necesitaba como mano de obra especializada y los chilenos estuvieron desde los inicios de la ocupación.  
Desde el Pacífico, los chilenos procedentes de distintos lugares trajeron su heterogeneidad cultural y étnica. Llegaron chilotes--de la isla de Chiloé,-- chilenos de la zona de la Araucanía, magallánicos e incluso del norte chileno, y también europeos (e.i yugoslavos, españoles, británicos, alemanes) atraídos por las posibilidades laborales. El heterogéneo flujo chileno tuvo al archipiélago de Chiloé como el mayor expulsor de población. Desde fines del siglo XIX visitaban la costa de la provincia de Aysén, para dedicarse a la caza de lobos o a la explotación forestal y más tardíamente conformaron la mano de obra rural en los establecimientos ganaderos. Otro destino fue la pujante ciudad de Punta Arenas.[13]
            Punta Arenas y su hinterland fue tempranamente zona de recepción de migrantes europeos, chilenos y chilotes y paralelamente expulsora de una parte de ellos hacia territorio argentino. A fines del siglo XIX y comienzos del XX, exportaba lana, faenaba en sus frigoríficos ganado procedente de  Argentina y concentraba la actividad comercial, marítima y financiera de la región chileno-argentina. Europeos enriquecidos cruzaron la frontera con capitales y expandieron sus actividades ganaderas y comerciales y junto con ellos emigró, también, la mano de obra. La pujanza de la ciudad comenzó a declinar con la apertura del Canal de Panamá, las tarifas aduaneras y la crisis lanera de posguerra y con ello su estrecha vinculación económica con la Argentina. Sin embargo, su decadencia activo las redes sociales construidas en las experiencias migratorias tempranas de europeos y chilenos y se incrementó la emigración hacia la Argentina.[14]   
La región de La Araucanía tempranamente aportó migrantes, que en busca de tierras se asentaron como crianceros en Neuquén. Este flujo tuvo posteriores desplazamientos: unos se dirigieron directamente a la zona cordillerana de Chubut, otros con una primera estadía en Neuquén avanzaron hacia el sur en busca de tierras tanto en Argentina como en Chile (provincia de Aysén). Finalmente, la provincia de Aysén, solo a fines del período, se incorporó como zona de origen de inmigrantes chilenos para la provincia de Chubut, debido a las características internas de la región. Zona de poblamiento tardío, la actividad ganadera y forestal llegó de la mano de capitales de patagónicos y del norte de Chile y de pequeños ovejeros que luego de emigrar a la argentina se instalaron en la región, dada la disponibilidad de tierras.[15]
Esta temprana migración chilena y chilota que se desplazó inicialmente a las zonas rurales fue incrementando su participación en los centros urbanos, principalmente desde los inicios de los años 50 alcanzando el mayor flujo en los años 60 donde dos circunstancias se aunaron para ello: del lado argentino el boom en los yacimientos petroleros patagónicos entre 1958 y 1963; del lado chileno, nueve terremotos con un tsunami entre el 21 de Mayo y el 6 de Junio de 1960. El boom y la necesidadse combinaron para convertir ese período en el de mayor emigración chilena. En la década del 70, los ya asentados recibieron a sus compatriotas luego del golpe de estado del General Pinochet. En los años siguientes la emigración disminuyó pero la visibilidad de la comunidad chilena se incrementó. En 1991, por ejemplo, la población chilena era el 11.05% de la población total de Comodoro Rivadavia y si  incorporamos a sus hijos fácilmente alcanzaba el 25% de la población.[16]
  La dinámica población es uno de los posibles ejemplos que muestra las particularidades de la historia patagónica prácticamente desconocida por la mirada externa. Su historiografía, que ha ido incrementado sus temáticas y abordajes, ha cuestionado las generalizaciones desde la perspectiva centralista y ha tratado de difundir su versión de los procesos históricos en patagonia. El tiempo irá acercando la mirada externa y la interna con el propósito de construir una historia en la cual no haya generalizaciones desde una particularidad regional sino una historia argentina integrada por todas las historias regionales.





Cuáles son las características de las visiones que circulan acerca del espacio patagónico?     

       Tierra extrema por su localización, la Patagonia se            está volviendo tierra de lo extremo…[17]

Más que tierra de lo extremo, podemos decir de los extremos, de imágenes extremas. Hoy en la sociedad globalizada e interconectada las visiones de Patagonia desde afuera y desde adentro siguen recreando imágenes ya conocidas desde el siglo XVI. Por un lado las externas recubren de homogeneidad el espacio y su gente, y siguen recreando una imagen fuertemente ligada a su pasado ahistórico y a su naturaleza virgen.  Por el otro, en las imágenes de sus habitantes priman la diversidad de lugares, la heterogeneidad cultural y étnica, la historia y sus protagonistas  y una naturaleza que, hace ya tiempo, perdió su virginidad.
Patagonia, entró a la historia escrita de la mano de Antonio Pigafetta como el desierto extremo, como un vacío hostil solo habitado por los patagones. Tales imágenes se fueron resignificando desde entonces. A fines del siglo XIX, para el Estado Argentino era pura territorialidad, un desierto que debía ser humanizado y modernizado. Hoy, la mirada externa da cuenta de la inmensidad “deshabitada”, lo espectacular de las montañas, y la idea de vacío como características recurrente del espacio. La naturaleza patagónica, la cual ha recibido la atención de cronistas, viajeros y científicos en el pasado, en la actualidad se ha convertido en objeto de consumo, en un espectáculo para ser contemplado[18] o en el confín geográfico donde realizar aventuras extremas.          
La imagen interna ha estado signada por la idea de espacio habitable. La fragilidad del medio ambiente hizo que para obtener el sustento los pobladores originarios tuvieran que recorrer amplias distancias siguiendo los recursos disponibles. La diversidad de los ambientes les permitió sobrevivir sin violentarlos excesivamente, sus bosques, valles y mesetas integran una diversidad geográfica poco poblada, pero no vacía. Para los habitantes actuales, la inmensidad se reduce y el vacío no existe. Patagonia se vive en plural, son muchas patagonias tantas como las que reconocen  los pobladores como propias o las acotadas por las interrelaciones sociales y los intercambios de bienes y servicios. 
Una visión que también tiene historia y se recrea permanentemente es la de la Patagonia  como el fin del mundo, como el extremo de la tierra, como un lugar prehistórico y ahistórico. Esta imagen que daba cuenta del extremo del Imperio Español en América y de una tierra sin cambios por siglos es hoy explotada turísticamente y se ha convertido en la ventana de la Argentina al mundo. Es nuevamente lo ingobernable del espacio patagónico, lo geológico atemporal (los glaciares, la cordillera de los Andes), el reino animal (los fósiles de los dinosaurios, las ballenas en Puerto Madryn) la visión que se les presenta a los extranjeros y ellos tienen de la Patagonia, tierra que ha permanecido idéntica, tierra virgen no contaminada.
Los habitantes tienen una mirada distinta, no se sienten en el extremo del mapamundi, Patagonia es el lugar desde donde ven el mundo y se sienten parte de él. Esa pertenencia se remonta a 13.000 años AP, antigüedad reconocida de la presencia del hombre en el territorio y algo menos de 500 años desde que es conocida a través de la crónica de Pigaffeta. Es decir, Patagonia tiene una historia natural y cultural y como tal el cambio permanente ha sido parte de ella. Su naturaleza ya no es virgen, la producción ovina ha provocado desertificación, la actividad forestal reducido sus bosques y la extractiva las napas de petróleo, ya no quedan lugares que no hayan sido recorridos por el hombre. Si bien, su rico patrimonio natural ha sido declarado patrimonio de la humanidad, a sus habitantes les interesa, cada vez más, preservar, resignificar y mostrar su patrimonio cultural como una de las posibles representaciones simbólicas de sus identidades.
La idea de Charles Darwin de la Tierra maldita o, mejor dicho, de la “tierra (donde) pesa la maldición de la esterilidad,”[19] tuvo por mucho tiempo vigencia. Sin embargo, la adjetivación de Patagonia como pura negatividad: el desierto como un mal, la no modernidad, la no civilización --se modificó a fines del siglo XIX.  La imagen de la Patagonia como recurso se hizo presente y del Estado argentino comenzó a verla como una tierra llena de riquezas potenciales. Con dicha imagen coincidieron los migrantes, para quienes ha sido un lugar donde el esfuerzo se premia, pero donde lo agreste del paisaje hace difícil la vida.. La idea de Patagonia tierra de recursos sigue vigente pero a la diversidad de recursos explotados—hidrocarburos, mineros, pesqueros-- se agrega una mirada desde afuera que la consideran como reserva de agua para el mundo, de energía no contaminante (eólica o hídrica), y lugar de referencia de los ecologistas.           
Patagonia dejó de ser la “tierra maldita” para convertirse en una tierra de recursos, colonos y pioneros. Pero esta imagen se dio paralelamente a una más externa que recuperando la idea de frontera y tierra indómita la vio como refugio de bandoleros, [20] de hombres sin ley o con la ley del que la imponía por la fuerza de las armas. El Estado, por su parte, considero que la Patagonia, por su lejanía del centro del poder, el lugar ideal para crear presidios y encerrar allí (sin posibilidades de escapatoria) a aquellos que por su accionar atentaban contra el orden y el progreso nacional: anarquistas, criminales peligrosos y presos políticos.
Las imágenes extremas se repiten a lo largo de la historia, la externa, en la segunda mitad del siglo XIX, creyó que en Patagonia era posible hacer realidad las utopías de riquezas, reinos o gobiernos independientes. Así, la situación de “tierra de nadie” permitió la concreción efímera de “reinos utópicos”, como el de la explotación de oro de Julio Popper en Tierra del Fuego con su moneda propia, el de Orellie Antoine I autoproclamado soberano de la Araucanía y la Patagonia que tuvo escudo propio, o la utopía celta, galesa, de construir una nueva Gales.[21] Por el otro lado, ha sido la tierra de destino de aquellos que tuvieron expectativas realizables--encontrar un trabajo, mejorar las condiciones de vida, encontrar paz y libertad para olvidar guerras y miserias –que en muchos casos se cumplieron. Los que se quedaron construyeron sociedades aún dispersas en la extensión patagónica, pero abiertas a los que siguieron llegando con sueños posibles.
Los siglos han jalonado distintas visiones de Patagonia de afuera hacia dentro y desde dentro hacia fuera. Imagénes que muchas veces pueden contraponerse en otras se complementan: la Patagonia inconmensurable, la Patagonia conquistable, la Patagonia símbolo de la barbarie, la Patagonia como pura posibilidad de cumplir el ideal de la modernidad, la Patagonia naturaleza-tierra de recursos—la Patagonia naturaleza-espectáculo. Desde la Patagonia, sus habitantes no están ajenos a las imágenes que han circulado de ella en el extranjero y en algunos casos, como el de la explotación turística, se la apropiaron. Pero en su interior reconocen su diversidad, no la ven como un espacio homogéneo, sino como uno conformado por lugares--territorios con contenido vivencial-- por regiones que no han respetado los límites internacionales y por la heterogeneidad cultural de los grupos que la han poblado y continúan llegando.
Finalmente si desde afuera persiste la idea de que “En la Patagonia no hay nada. No es el Sahara, pero es lo más parecido que se pueda encontrar en Argentina….,”[22] la imagen interna de una tierra vivida y habitada se va conociendo. En ese conocimiento seguirán conviviendo el mito y la realidad, los imaginarios internos y los externos. Algo de esto escribió el cantautor José Larralde cuando dice en 2 de sus 5 estrofas de “Patagonia”: 

             Patagonia, Patagonia                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             
Destinada al sacrificio
Por los que miran de lejos
Como indefinido sitio....Patagonia

Patagonia, Patagonia
Embarazada de mitos
Que se mezclan con el viento
Y el aliento de tus hijos...Patagonia










[1] Antonio Pigafetta, Primer Viaje en torno del Globo, Madrid: Espasa Calpe, 1963, p. 57
[2] Galocha o tamango, es un zueco de madera, con tres tacones, dos delantero y uno trasero, utilizado para trabajar en el campo y aislarse de la humedad, se utiliza en la zona Norte de España, especialmente en Galicia, Asturias y norte de León.
[3] La novela Primaleón es un libro de caballería continuación de Palmerín de Oliva, publicado por primera vez en Salamanca en 1512, con el título de Libro segundo de Palmerín.

[4] Jorge Fondebrider, Versiones de la Patagonia, Buenos Aires; Emecé Argentina, 2003, pp. 20-24; Antonio Álvarez, Crónica de la Patagonia y tierras australes desde el descubrimiento hasta la colonización, Ushuaia: Zagier Urruty, 2000, pp13 y 14.
[5] Paul Theroux, El viejo expreso de la Patagonia, Barcelona: Ediciones B, Grupo Z, 2000, p. 405.

[6] Preguntas que se formula Ernesto Bohoslavsky en su libro La Patagonia, Los Polvorines: Universidad Nacional general Sarmiento, Biblioteca Nacional, 2008, p. 17

[7] María Teresa Luiz, Relaciones Fronteriza en Patagonia, Ushuaia: Asociación Hanis y UNPSJB, 2006; Beatriz Moldes de Extraigas y Antonia Peronja, “los primeros pobladores” y Graciela Suárez, “El Fuerte de El Carmen de Río Negro desde su fundación hasta la Campaña al Desierto (1779-1879) en H. D. Rey  y otros, Historia del Valle Inferior del Río Negro, Buenos Aires: Plus Ultra, 1987, pp. 75-147.

[8] Sandra R. Fernández, “El revés de la trama .Contexto  y problemas de la historia regional y local,” en Susana Bandieri, Graciela Blanco, Mónica Blanco coord., Las escalas de la historia comparada, Tomo 2: Empresas y empresarios. La cuestión regional, San Martín: Miño y Dávila, 2008, p. 241.

[9] La expedición de comendador frey García Jofré de Loaisa que en 1526 hace el primer reconocimiento del Río Gallegos; la de Simón de Alcazábar que en 1535 se asientan en Puerto Leones donde dicho capitán encuentra la muerte. Sarmiento de Gamboa quién funda las ciudades de rey Felipe y Nombre de Jesús en la costa del estrecho en 1581.

[10] Susana Bandieri y Graciela Blanco, “Empresarios ganaderos en La Patagonia Argentina: La inversión de capitales chilenos en la compra y explotación de campos (siglo XIX y XX), ponencia presentada en 49th. Internacional Congress of Americanists, ICA Julio 7-11, Quito Ecuador, Elsa Barbería, "Chile y Argentina: Una región autárquica en el sur. 1880-1920," Waxen, V, 4, Río Gallegos, 1991, pp. 3-43; Mateo Martinic B., "La Expansión económica de Punta Arenas sobre los territorios argentinos de La Patagonia y Tierra del Fuego, 1885-1925," Anales del Instituto de la Patagonia, VII, Punta Arenas, 1976, pp. 5-41. Susana Torres, “La zona cordillerana Chubut-Aysén en la primera mitad del siglo XX. Una Sociedad fronteriza en la primera mitad del siglo XX.”  Anuario IEHS, nro. 17 (Tandil, 2003).

[11] El administrador de Y.P.F. el Coronel Enrique Mosconi se propuso argentinizar la mano de obra europea, como una forma de evitar los conflictos laborales que se habían sucedido entre 1917 y 1920. Así, fue reemplazando gradualmente la mano de obra extranjera por argentina—principalmente de las provincias de Catamarca y la Rioja, Susana Torres, “Two Oil Company Towns in Patagonia: European Immigrants, Class, and Ethnicity 1907-1933," Ph.D. Dissertation: Rutgers University, 1995, pp 68-69, 221-227.

[12] Los Boers, son descendientes de holandeses, alemanes e ingleses que habían emigrado a Sudáfrica, arribaron a la Patagonia, entre 1902 y 1907, luego de ser derrotados en la Guerra Anglo-boers de 1902. Torres Susana "Grupos migratorios y relaciones identitarias  en algunos centros urbanos de la Patagonia," en Susana Bandieri, Graciela Blanco y Gladys Varela (dir), Hecho en Patagonia. La historia en perspectiva regional, Neuquén: CEHIR, 2006, pp. 251-278.

[13] Luis Carreño Palma, "Chilotes en Aysén y Exploración de los recursos naturales," Boletín de Historia y Geografía, 13 (Octubre, 1997): 93-102. Susana Torres, “La inmigración chilena a Comodoro Rivadavia,” Revista de Estudios Trasandinos, nro.5,  (Santiago de Chile, I Semestre 2001) pp.61-66.

[14] Mateo Martinic, "Patagonia Austral: 1885-1925 un caso singular y temprano de integración regional autárquica," en S. Bandieri coord., Cruzando la cordillera...,459-486. Laurie Nock, "Ethnicity and economics in Punta Arenas, Chile," tesis doctoral, Montreal: McGill University, 1990.

[15] M. Martinic, "Ocupación y colonización de la región septentrional del Antiguo territorio de Magallanes, entre los paralelos 47 y 49," Anales del Instituto de la Patagonia, VIII (1977):5-55; Luis Carreño Palma, "Emigración e Inmigración. La Araucanía y Aysén," ponencia presentada en las Jornadas de Inmigración, Puerto Natales, 1997, Chile.

[16] Por ejemplo de los 8.683 (24.2% de la población total) personas radicadas en la ciudad de Comodoro Rivadavia, después de 1955, la mayoría fue chilena Susana Torres y Elvira Córdoba, “La comunidad chilena de Comodoro Rivadavia,” Todo es Historia, 461, (Diciembre 2005) p.56, Susana Torres, “La inmigración chilena a Comodoro Rivadavia,” Revista de Estudios Trasandinos, nro.5,  (Santiago de Chile, I Semestre 2001) pp.61-66.

[17] Graciela Schneier Madanes, “Preámbulo a una deambulación, “ en Graciela S. Madanes dir., Patagonia, Una tormenta de imaginario, Buenos Aires: Edicial Panorama, 1998, p. 11.

[18] Philippe Grenier, “Historias para ver” en Graciela Schneier-Madanes, op. Cit. , pp.42-67..

[19] Charles R. Darwin, Diario del Viaje de un naturalista alrededor del mundo. En el navío de S.M., “Beagle”, Buenos Aires: Elefante Blanco, 1998, p. 219.

[20] Algunos de esos bandoleros, incorporados a la cinematografía universal, se convirtieron en leyenda como es el caso de Butch Cassidy. Marcelo Gavirati, Buscados en la Patagonia, Buenos Aires: La bitácora, 1999.

[21] Boleslao Lewin, Quien fue el conquistador Patagónico Julio Popper, Buenos Aires: Plus Ultra, 1974; Armando Braun Menéndez, El reino de la Araucanía y Patagonia, Buenos Aires: Ed. Francisco de Aguirre, 1973; Claudio Morales Gorleri, El rey de la Patagonia. Orellie Antoine I, Rey de Araucanía y Patagonia, Buenos Aires: Planeta 1999, Glyn Williams, The Desert and the Dream. A study of Welsh Colonization in Chubut 1865-1915, Cardiff: University of Wales Press, 1975.

[22] Paul Theroux, El Viejo Expreso de la Patagonia. Un viaje en tren por las Américas, Barcelona: Ediciones B, 2000, p. 402

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