Pensando Patagonia desde Patagonia
Dra. Susana B. Torres (UNPSJB, UNPA)
El título de la charla “Pensando
Patagonia desde Patagonia” anuncia la intención de problematizar temáticas y
reflexionar sobre la historiografía del extremo sur del continente americano y
hacerlo desde ese sur. Esto último no implica plantear una mirada “localista o
regionalista” todo lo contrario, propone ampliar nuestra visión, a veces
acotada a límites reales o ficticios, para interpretar y pensar la dinámica
histórica de Patagonia desde Patagonia.
Planteado el enfoque temático,
les propongo abordarlo partiendo de cuatro preguntas, las cuales en la medida
que cuestionan ciertas afirmaciones nos hacen dudar de sus certezas y sus
significados. Vayamos entonces a los interrogantes que trataremos de responder
considerando dos relatos o miradas: una desde afuera del espacio
patagónico y el otro desde su interior.
Relatos que ha veces se complementan y otras se contraponen proponiendo
imágenes extremas de una misma realidad.
1. Cuál fue el origen del nombre de
Patagonia y cuál su significación para su historia?
2. Qué es Patagonia, qué abarca
Patagonia, como la vemos y como la ven desde afuera?
3. Cómo se ha relatado la histórica de
Patagonia, desde su historiografía y la nacional,?
4. Cuáles son las características de las
visiones que circulan acerca del espacio patagónico?
Cuál fue el origen del nombre de Patagonia y cuál su significación para
su historia?
Nuestro capitán llamo a este pueblo
patagones[1]
El
que escribió la frase citada fue Antonio Pigafetta, el cronista de la expedición
que descubrió el estrecho, que separa tierra firme de la Isla de Tierra del Fuego. El capitán
fue Hernando de Magallanes, un navegante portugués a quien la corona española
le encomendó encontrar un paso que uniera el Océano Atlántico con el Mar del
Sur—hoy Océano Pacífico. Con ese propósito zarpó de España, en 1519, y luego de
meses de navegación, en Marzo de 1520, pernoctó en la bahía que denominó San Julián.
El pueblo que se nombra era el de los tehuelches meridionales o Aoniken (gente
del sur) a quienes Magallanes denominó patagones (la versión original menciona
la palabra patagoni).
La
pregunta es: cuál es el origen del término patagoni,
del cual derivó Patagonia, nombre con el
cual el extremo sur de América se incorporó a la historia universal, a inicios
del siglo XVI? Entre las posibles respuestas la más difundida es la que alude a
los pies grandes o a los mocasines, hechos de piel de guanaco, de los
tehuelches. Sin embargo esta asociación entre el nombre y sus referencias es un
misterio. Si incursionamos en su etimología vemos que, en la lengua castellana,
se denomina patudo o patón a la persona de pies grandes. Es decir no existe asociación
entre patagón y la referencia a los pies o calzado. Tampoco se encontró en los
términos patagón y patao del francés y portugués respectivamente, aunque se
planteó que patagao era una deformación de patao que en portugués significa
galocha o tamango.[2]
Estas posibles asociaciones generaron más dudas que certezas y llevaron
a estudiosos a plantear que el vocablo patagón hacia referencia a un monstruo
con cabeza de perro que era uno de los personajes de la novela Primaleón.[3] El monstruo se llamaba Pathagon, Patagón o Patagó. Esta palabra sí es muy
parecida a Patagón; casualidad o real vinculación? Para que esto último
ocurriera debemos considerar dos cuestiones, que Magallanes leyó la novela, o
conocía la historia sin haberla leído.[4]
Las relaciones del nombre patagón con los pies grandes de los tehuelches
o con el monstruo llamado Patagón, pueden tomarse como punto de partida de dos
visiones de Patagonia que convivirán hasta el presente: la de sus habitantes y
la de los “otros” los de afuera: una de realidades y subjetividades otra de
mitos y leyendas, una de pioneros otra de bandoleros; una de pura y “maldita
esterilidad” otra de puros recursos, una histórica y otra ahistórica y la lista
continúa. Dos extremos de una misma realidad, o una realidad extrema que ha
despertado desde que entró a la historia la imaginación de propios y ajenos y
las pasiones y expectativas de los que la han poblado.
Cualquiera sea nuestra preferencia respecto al origen del nombre de
Patagonia, lo cierto es que en 1523, el extremo sur de América aparece por
primera vez en un mapa como regione
patagona, y que con el nombre de Patagonia se instaló definitivamente en la
cartografía, en el siglo XVIII. El primer contacto entre tehuelches y españoles
y el acto de estos últimos de nombrarlos como patagones y a su territorio como
Patagonia los incorporó a las crónicas, la cartografía y la imaginación de los
europeos. Pero el espacio, denominado Patagonia, fue cambiando su contorno en
la medida que se fue conociendo. Entonces, qué limitamos cuando decimos
Patagonia?
Qué es Patagonia, qué abarca Patagonia, como la vemos y como la ven desde
afuera?
….empezamos a cruzar el río
Colorado. Algunas personas consideran que ésa es la frontera de la Patagonia…[5]
Tierra extrema o de extremos ha sido un espacio que desde su origen hasta
la actualidad, la indefinición ha sido su sino. Los habitantes originarios nunca
buscaron delimitar su territorio, éste se continuaba en los océanos como
lugares de recursos. Los españoles desde que se resignaron a no poder controlarla,
recorrieron sus costas y nombraron sus accidentes geográficos, pero no llegaron
a dominarlo, nunca penetraron en su interior o no les interesó hacerlo.
Los españoles y los navegantes de otras potencias Europeas hasta el
siglo XIX la bordearon como un obstáculo obligado en la ruta hacia el poniente.
Fue, recién en la segunda mitad del siglo XIX que Patagonia comenzó a ser
caminada y reconocida intensamente, siguiendo los cursos de los ríos. Este
proceso paralelo a la conformación del Estado argentino y chileno fue
delimitando las fronteras internacionales. La cordillera, que hasta entonces
era un lugar de paso para los grupos indígenas se convirtió en un límite
político administrativo.
El trazado de los límites internacionales se dio junto a la delimitación
interna de los territorios nacionales. El gobierno chileno creó provincias y el
argentino gobernaciones para poder administrar extensos espacios muy poco
habitados. Estos espacios creados artificialmente por los Estados no siempre se
han correspondendido con los lugares definidos por la historia y las
experiencias de vida de sus habitantes. Por eso no es de extrañar que entrado
el siglo XXI, sigamos preguntándonos de qué hablamos cuando nos referimos a la Patagonia? o “Qué es Patagonia?
¿Cuáles son sus límites?”[6]
No existe, por lo tanto, una respuesta si no varias, y en ellas las miradas
externas e internas se entrecruzan o se distancian.
La mirada interna, de los patagónicos argentinos es dual, algunos
consideran las divisiones internacionales y nacionales y al nombrar Patagonia
dar por supuesto que es la argentina. Para otros, desde una mirada que recupera
la de los pueblos originarios y la de los migrantes que han cruzado la
cordillera, Patagonia no tiene adjetivos que la nacionalicen. Esta última coincide con una de las miradas
externas, la de los turistas extranjeros quienes, fieles a los primeros mapas, no
distinguen dos patagonias y reconocen una.
La mirada externa, pero desde el centro de la Argentina y desde los
bordes del espacio patagónico, hace referencia a una Patagonia circunscrita a
los límites de la soberanía argentina y las divisiones político-administrativas
establecidas desde la Ley
de Territorios Nacionales de 1884: Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra
del Fuego e Islas del Atlántico Sur. En 1996 el Gobierno Nacional incorporó la
provincia de La Pampa
a la llamada región patagónica, sin embargo no es reconocida como patagónica
por la mayoría de los patagónicos.
Distinta es la situación de los habitantes de la localidad de Carmen de
Patagones situada en el borde norte de Patagonia. Fundada en 1779, junto con otros
asentamientos españoles-- Puerto San José y el Fuerte de la Candelaria, en la
actual Península Valdez, o Floridablanca en 1780, ubicada a dos leguas hacia el
oeste de San Julián,-- fue la única que perduró. Se convirtió en la puerta o la
salida de los territorios del sur y el centro más importante de contacto, comercio
y entrega de raciones del Gobierno Argentino y los tehuelches y mapuches.[7]
La historia de la ciudad siempre ha mirado al sur y la memoria colectiva de sus
habitantes reclama pertenecer al espacio patagónico, sin embargo depende
administrativamente en la
Provincia de Buenos Aires, poseedora de una historia que le
es extraña.
Las miradas internas y externas también han marcado los enfoques
vinculados a la forma de limitar y abordar la historia del espacio patagónico.
Nos referimos específicamente a las distintas maneras de pensar Patagonia desde
Patagonia y desde el centro de la Argentina.
Veamos sus características diferenciales y ejemplifiquemos
con uno de los posibles temas, el poblamiento patagónico.
Desde la historiografía patagónica y
argentina, cómo se ha relatado la dinámica histórica de Patagonia?
en nuestra historiografía,
se ha generalizado…..a partir de exhaustivos y profundos análisis sobre
realidades particulares…[8]
Desde la mirada externa al espacio patagónico, es decir desde la
historiografía centralizada en Buenos Aires, se ha “nacionalizado” la historia
de la región pampeana y se ha convertido en la versión aceptada de la historia
argentina. En este contexto, Patagonia ha quedado incorporada a una cronología
regional convertida en nacional, que mal se ajusta a la suya y limitada, en el
análisis, a las fronteras del Estado Nacional que mal pueden explicar sus procesos
sociales y económicos. Desde la mirada interna, los límites se desdibujan y el eje temporal retrocede en el tiempo para
dar cuenta de los pueblos originarios y desde siglo XVI seguir un derrotero,
poco conocido por el resto del país.
La cronología y los límites del Estado Argentino dificultan la comprensión
de la historia patagónica desde la visión generalizadora. Consideremos algunos
ejemplos siguiendo el argumento centralista. La historia del territorio, que luego
fue la República Argentina,
comenzó en 1516 cuando Juan Díaz de Solís descubre el “Mar Dulce”—Río de La Plata, lugar donde encuentra
la muerte. Continúa en 1527 con Sebastián Gaboto y la fundación del Fuerte Sancti
Spiritu y en 1536, con el fracaso de la primera fundación de Buenos Aires, por
Pedro de Mendoza. Como al pasar se menciona
la expedición de Hernando de Magallanes, en 1520, la cual descubre el estrecho
que lleva su nombre y el único paso en los océanos Pacífico y Atlántico hasta
la apertura del canal de Panamá en 1914.
Los olvidos en el registro comenzaron desde entonces, no se menciona que
en 1520, se dieron cita en el espacio patagónico la cruz y la espada. El
domingo de Pascua, por primera vez se dio misa en lo que sería el territorio
argentino, la cual coincidió con una sublevación organizada por miembros de la
tripulación, quienes fueron ajusticiados. No se mencionan, tampoco, las expediciones
anteriores y posteriores a la de Pedro de Mendoza, ni la fundación de dos asentamientos
en la costa del estrecho de Magallanes, por Sarmiento de Gamboa en 1581, prácticamente
contemporáneas a la segunda fundación de Buenos Aires en 1580.[9]
Si bien es cierto que Patagonia en esos años era un obstáculo que había
que superar para poder llegar al Océano Pacífico, era, también, un lugar
estratégico no sólo para el Imperio Español sino también para las potencias
europeas que le disputaban a España las rutas marítimas para comerciar. Era parte
del recorrido obligado hacia oriente y sus costas eran el refugio de marinos,
corsarios y piratas. Patagonia fue entonces un lugar de contactos entre los
europeos y la población originaria, contactos que quedaron registrados en los
relatos de los extranjeros que la nombraron muchas veces antes que existiera un
país llamado República Argentina.
Podemos continuar construyendo una nueva cronología de la historia
argentina desde el espacio patagónico pero retómenos a la segunda dificultad,
los límites. El relato de la historia argentina se ha enmarco al interior de
sus fronteras, contorno que no ha tenido en cuenta las particularidades del
espacio patagónico. Por ejemplo, en 1880, se argumenta, se consolidó el Estado
Nación y un mercado nacional que creció al amparo del sector agro exportador,
el cual se vinculó al mercado internacional a través del puerto de Buenos Aires.
Este esquema olvidó dos características diferenciales de la economía Patagonia:
1. su producción lanera la vínculo directamente al mercado Europeo sin
necesidad de la intermediación de Buenos Aires y 2. su circuito comercial, hasta
la década del 1930, era bifronte se vinculaba con Chile y coqueteaba, con una
participación cada vez más creciente, con el mercado interno argentino, el cual,
hasta su incorporación definitiva y la del resto de los áreas cordilleranas, no
fue nacional.[10]
La historia del sur argentino es imposible de analizar si no
consideramos la Patagonia
toda: tanto chilena como argentina.
Antes que Chile y Argentina delimitaran la frontera política administrativa,
los grupos indígenas libremente circulaban a un lado y otro de la Cordillera de los
Andes. Cordillera que ha unido más que separado a las poblaciones de ambos
lados y que es imposible desconocer a la hora de explicar la ocupación del
espacio, pues ha sido testigo de miles de experiencias migratorias.
Al poblamiento del sur argentino la historia nacional lo conoce
escasamente y la generalización de los procesos migratorios de la pampa húmeda
lo engloba sin diferenciarlo. Así, el énfasis de los estudios migratorios, hasta
recientemente, estuvo puesto en las migraciones europeas, italianos en primer
lugar por ser el grupo más numeroso que migró a argentina y se asentó con
preferencia en la zona pampeana. Se consideró que dicha zona se habían dado, en
los centros urbanos, los índices más altos de migrantes europeos entre la población
económicamente activa. El estudio de las migraciones limítrofes es más reciente,
en él, los chilenos son considerados en el marco del los flujos migratorios a
la zona central del país, que se produjeron desde mediados del siglo XX
Analizando el poblamiento desde Patagonia vemos que los grupos étnicos
europeos si bien siguen los flujos internacionales que arriban desde el
Atlántico se particularizan y en algunos casos son únicos para el espacio patagónico.
Es decir, los españoles conformaron el
grupo más numeroso en lugar del italiano. Los galeses, por más de 10 años,
tuvieron una vida independiente en el valle del río Chubut. En la zona de
Comodoro Rivadavia, la diversidad étnica fue la característica en los pueblos
petroleros en las primeras décadas del siglo XX, superando los porcentajes de
europeos de las ciudades del litoral. La cordillera no fue un impedimento para
que llegaran de Chile migrantes chilenos y europeos, más aun una vez establecido
el control aduanero y fronterizo a un
lado y al otro de la cordillera—gendarmería nacional se crea en 1938—el flujo
continuo..
Patagonia no se ajusta a los planteos regionales convertidos en
generales. Veamos, entonces, su ocupación sin cronologías y sin límites
nacionales.
A fines del siglo XIX, comenzaron a llegar o a desplazarse migrantes, desde el
interior de argentina, desde el Atlántico, y desde el Pacífico, atraídos por
las oportunidades laborales o las posibilidades de invertir capitales. Los migrantes
internos estuvieron presentes desde el principio en la ocupación del espacio.
Los primeros fueron los grupos indígenas desplazados de sus lugares naturales y
reubicados. Más tarde, llegaron aquellos que migraron espontáneamente de las
provincias cercanas o fueron contratados por organismos nacionales—e.i. Y.P.F.
para los yacimientos de Comodoro Rivadavia--[11] en la zona norte del
país.
Desde el Atlántico,
Argentina recibió migrantes europeos de la zona
mediterránea, de Malvinas y de Sudáfrica y luego de la primera guerra mundial
de la Europa
del Este. En Patagonia, diferentes experiencias vinculadas a procesos de
colonización, estadías previas en otras zonas del país particularizaron los arribos
de los distintos grupos. Entre los británicos se destacan los galeses que en
1865 llegaron a las costas de Chubut con la idea de crear para una nueva Gales
y los escoceses e ingleses quienes emigraron con
conocimientos sobre la cría de ganado lanar. Finalmente, los boers, quienes
procedentes de Sudáfrica emigraron para no vivir bajo el gobierno británico.[12]
Sus arribos no se ajustan a la cronología del centro del
país. Los galeses llegaron antes que se produjera la emigración masiva, los
alemanes, austriácos y polacos a partir de 1907 siguiendo al petróleo que los
necesitaba como mano de obra especializada y los chilenos estuvieron desde los
inicios de la ocupación.
Desde el
Pacífico, los chilenos
procedentes de distintos lugares trajeron su heterogeneidad cultural y étnica.
Llegaron chilotes--de la isla de Chiloé,-- chilenos de la zona de la Araucanía, magallánicos
e incluso del norte chileno, y también europeos (e.i yugoslavos, españoles,
británicos, alemanes) atraídos por las posibilidades laborales. El heterogéneo
flujo chileno tuvo al archipiélago de Chiloé como el mayor expulsor de
población. Desde fines del siglo XIX visitaban la costa de la provincia de
Aysén, para dedicarse a la caza de lobos o a la explotación forestal y más
tardíamente conformaron la mano de obra rural en los establecimientos ganaderos.
Otro destino fue la pujante ciudad de Punta Arenas.[13]
Punta
Arenas y su hinterland fue
tempranamente zona de recepción de migrantes europeos, chilenos y chilotes y
paralelamente expulsora de una parte de ellos hacia territorio argentino. A fines
del siglo XIX y comienzos del XX, exportaba lana, faenaba en sus frigoríficos ganado
procedente de Argentina y concentraba la
actividad comercial, marítima y financiera de la región chileno-argentina.
Europeos enriquecidos cruzaron la frontera con capitales y expandieron sus actividades
ganaderas y comerciales y junto con ellos emigró, también, la mano de obra. La
pujanza de la ciudad comenzó a declinar con la apertura del Canal de Panamá,
las tarifas aduaneras y la crisis lanera de posguerra y con ello su estrecha
vinculación económica con la
Argentina. Sin embargo, su decadencia activo las redes
sociales construidas en las experiencias migratorias tempranas de europeos y
chilenos y se incrementó la emigración hacia la Argentina.[14]
La región de La Araucanía tempranamente
aportó migrantes, que en busca de tierras se asentaron como crianceros en
Neuquén. Este flujo tuvo posteriores desplazamientos: unos se dirigieron
directamente a la zona cordillerana de Chubut, otros con una primera estadía en
Neuquén avanzaron hacia el sur en busca de tierras tanto en Argentina como en
Chile (provincia de Aysén). Finalmente, la provincia de Aysén, solo a fines del
período, se incorporó como zona de origen de inmigrantes chilenos para la
provincia de Chubut, debido a las características internas de la región. Zona
de poblamiento tardío, la actividad ganadera y forestal llegó de la mano de
capitales de patagónicos y del norte de Chile y de pequeños ovejeros que luego
de emigrar a la argentina se instalaron en la región, dada la disponibilidad de
tierras.[15]
Esta temprana migración
chilena y chilota que se desplazó inicialmente a las zonas rurales fue
incrementando su participación en los centros urbanos, principalmente desde los
inicios de los años 50 alcanzando el mayor flujo en los años 60 donde dos circunstancias
se aunaron para ello: del lado argentino el boom en los yacimientos petroleros
patagónicos entre 1958 y 1963; del lado chileno, nueve terremotos con un
tsunami entre el 21 de Mayo y el 6 de Junio de 1960. El boom y la necesidadse combinaron para convertir ese período en el
de mayor emigración chilena. En la década del 70, los ya asentados recibieron a sus
compatriotas luego del golpe de estado del General Pinochet. En los años
siguientes la emigración disminuyó pero la visibilidad de la comunidad chilena
se incrementó. En 1991, por ejemplo, la población chilena era el 11.05% de la
población total de Comodoro Rivadavia y si
incorporamos a sus hijos fácilmente alcanzaba el 25% de la población.[16]
La
dinámica población es uno de los posibles ejemplos que muestra las
particularidades de la historia patagónica prácticamente desconocida por la
mirada externa. Su historiografía, que ha ido incrementado sus temáticas y abordajes, ha
cuestionado las generalizaciones desde la perspectiva centralista y ha tratado
de difundir su versión de los procesos históricos en patagonia. El tiempo irá
acercando la mirada externa y la interna con el propósito de construir una historia
en la cual no haya generalizaciones desde una particularidad regional sino una
historia argentina integrada por todas las historias regionales.
Cuáles son las características de las visiones que circulan acerca del
espacio patagónico?
Tierra extrema por su localización, la Patagonia se está volviendo tierra de lo extremo…[17]
Más que tierra de lo
extremo, podemos decir de los extremos, de imágenes extremas. Hoy en la
sociedad globalizada e interconectada las visiones de Patagonia desde afuera y
desde adentro siguen recreando imágenes ya conocidas desde el siglo XVI. Por un
lado las externas recubren de homogeneidad el espacio y su gente, y siguen recreando
una imagen fuertemente ligada a su pasado ahistórico y a su naturaleza
virgen. Por el otro, en las imágenes de
sus habitantes priman la diversidad de lugares, la heterogeneidad cultural y
étnica, la historia y sus protagonistas
y una naturaleza que, hace ya tiempo, perdió su virginidad.
Patagonia, entró a la
historia escrita de la mano de Antonio Pigafetta como el desierto extremo, como
un vacío hostil solo habitado por los patagones. Tales imágenes se fueron
resignificando desde entonces. A fines del siglo XIX, para el Estado Argentino
era pura territorialidad, un desierto que debía ser humanizado y modernizado. Hoy, la mirada externa da cuenta de la inmensidad
“deshabitada”, lo espectacular de las montañas, y la idea de vacío como características
recurrente del espacio. La naturaleza patagónica, la cual ha recibido la
atención de cronistas, viajeros y científicos en el pasado, en la actualidad se
ha convertido en objeto de consumo, en un espectáculo para ser contemplado[18] o en
el confín geográfico donde realizar aventuras extremas.
La imagen interna ha
estado signada por la idea de espacio habitable. La fragilidad del medio ambiente
hizo que para obtener el sustento los pobladores originarios tuvieran que
recorrer amplias distancias siguiendo los recursos disponibles. La diversidad
de los ambientes les permitió sobrevivir sin violentarlos excesivamente, sus
bosques, valles y mesetas integran una diversidad geográfica poco poblada, pero
no vacía. Para los habitantes actuales, la inmensidad se reduce y el vacío no
existe. Patagonia se vive en plural, son muchas patagonias tantas como las que
reconocen los pobladores como propias o las
acotadas por las interrelaciones sociales y los intercambios de bienes y
servicios.
Una visión que también
tiene historia y se recrea permanentemente es la de la Patagonia como el fin del mundo, como el extremo de la
tierra, como un lugar prehistórico y ahistórico. Esta imagen que daba cuenta
del extremo del Imperio Español en América y de una tierra sin cambios por
siglos es hoy explotada turísticamente y se ha convertido en la ventana de la Argentina al mundo. Es
nuevamente lo ingobernable del espacio patagónico, lo geológico atemporal (los
glaciares, la cordillera de los Andes), el reino animal (los fósiles de los
dinosaurios, las ballenas en Puerto Madryn) la visión que
se les presenta a los extranjeros y ellos tienen de la Patagonia, tierra que ha
permanecido idéntica, tierra virgen no contaminada.
Los habitantes tienen una
mirada distinta, no se sienten en el extremo del mapamundi, Patagonia es el
lugar desde donde ven el mundo y se sienten parte de él. Esa pertenencia se
remonta a 13.000 años AP, antigüedad reconocida de la presencia del hombre en
el territorio y algo menos de 500 años desde que es conocida a través de la
crónica de Pigaffeta. Es decir, Patagonia tiene una historia natural y cultural
y como tal el cambio permanente ha sido parte de ella. Su naturaleza ya no es
virgen, la producción ovina ha provocado desertificación, la actividad forestal
reducido sus bosques y la extractiva las napas de petróleo, ya no quedan
lugares que no hayan sido recorridos por el hombre. Si bien, su rico patrimonio
natural ha sido declarado patrimonio de la humanidad, a sus habitantes les
interesa, cada vez más, preservar, resignificar y mostrar su patrimonio
cultural como una de las posibles representaciones simbólicas de sus
identidades.
La idea de Charles Darwin
de la Tierra
maldita o, mejor dicho, de la “tierra (donde) pesa la maldición de la
esterilidad,”[19] tuvo por mucho tiempo
vigencia. Sin embargo, la adjetivación de Patagonia como pura negatividad: el
desierto como un mal, la no modernidad, la no civilización --se modificó a
fines del siglo XIX. La imagen de la Patagonia como recurso se
hizo presente y del Estado argentino comenzó a verla como una tierra llena de
riquezas potenciales. Con dicha imagen coincidieron los migrantes, para quienes
ha sido un lugar donde el esfuerzo se premia, pero donde lo agreste del paisaje
hace difícil la vida.. La idea de Patagonia tierra de recursos sigue vigente
pero a la diversidad de recursos explotados—hidrocarburos, mineros, pesqueros--
se agrega una mirada desde afuera que la consideran como reserva de agua para
el mundo, de energía no contaminante (eólica o hídrica), y lugar de referencia
de los ecologistas.
Patagonia dejó de ser la
“tierra maldita” para convertirse en una tierra de recursos, colonos y
pioneros. Pero esta imagen se dio paralelamente a una más externa que
recuperando la idea de frontera y tierra indómita la vio como refugio de
bandoleros, [20] de hombres sin ley o con
la ley del que la imponía por la fuerza de las armas. El Estado, por su parte,
considero que la Patagonia,
por su lejanía del centro del poder, el lugar ideal para crear presidios y
encerrar allí (sin posibilidades de escapatoria) a aquellos que por su accionar
atentaban contra el orden y el progreso nacional: anarquistas, criminales
peligrosos y presos políticos.
Las imágenes extremas se repiten a lo largo de la historia, la
externa, en la segunda mitad del siglo XIX, creyó que en Patagonia era posible
hacer realidad las utopías de riquezas, reinos o gobiernos independientes. Así,
la situación de “tierra de nadie” permitió la concreción efímera de “reinos
utópicos”, como el de la explotación de oro de Julio Popper en Tierra del Fuego
con su moneda propia, el de Orellie Antoine I autoproclamado soberano de la Araucanía y la Patagonia que tuvo
escudo propio, o la utopía celta, galesa, de construir una nueva Gales.[21]
Por el otro lado, ha sido la tierra de destino de aquellos que tuvieron
expectativas realizables--encontrar un trabajo, mejorar las condiciones de vida,
encontrar paz y libertad para olvidar guerras y miserias –que en muchos casos
se cumplieron. Los que se quedaron construyeron sociedades aún dispersas en la
extensión patagónica, pero abiertas a los que siguieron llegando con sueños
posibles.
Los siglos han jalonado distintas
visiones de Patagonia de afuera hacia dentro y desde dentro hacia fuera.
Imagénes que muchas veces pueden contraponerse en otras se complementan: la Patagonia
inconmensurable, la
Patagonia conquistable, la Patagonia símbolo de la
barbarie, la Patagonia
como pura posibilidad de cumplir el ideal de la modernidad, la Patagonia
naturaleza-tierra de recursos—la
Patagonia naturaleza-espectáculo. Desde la Patagonia, sus
habitantes no están ajenos a las imágenes que han circulado de ella en el
extranjero y en algunos casos, como el de la
explotación turística, se la apropiaron. Pero en su
interior reconocen su diversidad, no la ven como un espacio homogéneo,
sino como uno conformado por lugares--territorios con contenido vivencial-- por
regiones que no han respetado los límites internacionales y por la
heterogeneidad cultural de los grupos que la han poblado y continúan llegando.
Finalmente si desde afuera persiste la
idea de que “En la Patagonia
no hay nada. No es el Sahara, pero es lo más parecido que se pueda encontrar en
Argentina….,”[22] la
imagen interna de una tierra vivida y habitada se va conociendo. En ese
conocimiento seguirán conviviendo el mito y la realidad, los imaginarios
internos y los externos. Algo de esto escribió el cantautor José Larralde
cuando dice en 2 de sus 5 estrofas de “Patagonia”:
Patagonia, Patagonia
Destinada al sacrificio
Por los que miran de lejos
Como indefinido sitio....Patagonia
Patagonia, Patagonia
Embarazada de mitos
Que se mezclan con el viento
Y el aliento de tus hijos...Patagonia
[1] Antonio Pigafetta, Primer Viaje en torno del Globo, Madrid: Espasa Calpe, 1963, p. 57
[3] La
novela Primaleón es un libro de
caballería continuación de Palmerín de Oliva,
publicado por primera vez en Salamanca en 1512,
con el título de Libro segundo de Palmerín.
[4] Jorge
Fondebrider, Versiones de la Patagonia, Buenos
Aires; Emecé Argentina, 2003, pp. 20-24; Antonio Álvarez, Crónica de la Patagonia y tierras
australes desde el descubrimiento hasta la colonización, Ushuaia: Zagier
Urruty, 2000, pp13 y 14.
[5] Paul Theroux, El viejo expreso de la Patagonia,
Barcelona: Ediciones B, Grupo Z, 2000, p. 405.
[6]
Preguntas que se formula Ernesto Bohoslavsky en su libro La
Patagonia, Los
Polvorines: Universidad Nacional general Sarmiento, Biblioteca Nacional, 2008,
p. 17
[7] María
Teresa Luiz, Relaciones Fronteriza en
Patagonia, Ushuaia: Asociación Hanis y UNPSJB, 2006; Beatriz Moldes de
Extraigas y Antonia Peronja, “los primeros pobladores” y Graciela Suárez, “El
Fuerte de El Carmen de Río Negro desde su fundación hasta la Campaña al Desierto
(1779-1879) en H. D. Rey y otros, Historia del Valle Inferior del Río Negro,
Buenos Aires: Plus Ultra, 1987, pp. 75-147.
[8]
Sandra R. Fernández, “El revés de la trama .Contexto y problemas de la historia regional y local,”
en Susana Bandieri, Graciela Blanco, Mónica Blanco coord., Las escalas de la historia comparada, Tomo 2: Empresas y empresarios. La cuestión regional, San Martín: Miño y
Dávila, 2008, p. 241.
[9] La
expedición de comendador frey García Jofré de Loaisa que en 1526 hace el primer
reconocimiento del Río Gallegos; la de Simón de Alcazábar que en 1535 se
asientan en Puerto Leones donde dicho capitán encuentra la muerte. Sarmiento de
Gamboa quién funda las ciudades de rey Felipe y Nombre de Jesús en la costa del
estrecho en 1581.
[10] Susana Bandieri y Graciela Blanco,
“Empresarios ganaderos en La Patagonia Argentina: La inversión de capitales
chilenos en la compra y explotación de campos (siglo XIX y XX), ponencia
presentada en 49th. Internacional
Congress of Americanists, ICA Julio 7-11, Quito Ecuador, Elsa Barbería,
"Chile y Argentina: Una región autárquica en el sur. 1880-1920," Waxen,
V, 4, Río Gallegos, 1991, pp. 3-43; Mateo Martinic B., "La Expansión económica de
Punta Arenas sobre los territorios argentinos de La Patagonia y Tierra del
Fuego, 1885-1925," Anales del
Instituto de la Patagonia,
VII, Punta Arenas, 1976, pp. 5-41. Susana Torres, “La zona cordillerana
Chubut-Aysén en la primera mitad del siglo XX. Una Sociedad fronteriza en la
primera mitad del siglo XX.” Anuario
IEHS, nro. 17 (Tandil, 2003).
[11] El
administrador de Y.P.F. el Coronel Enrique Mosconi se propuso argentinizar la
mano de obra europea, como una forma de evitar los conflictos laborales que se
habían sucedido entre 1917 y 1920. Así, fue reemplazando gradualmente la mano
de obra extranjera por argentina—principalmente de las provincias de Catamarca
y la Rioja, Susana
Torres, “Two Oil Company Towns in Patagonia: European
Immigrants, Class, and Ethnicity 1907-1933," Ph.D. Dissertation: Rutgers
University, 1995, pp 68-69, 221-227.
[12] Los Boers, son descendientes de holandeses, alemanes
e ingleses que habían emigrado a Sudáfrica, arribaron a la Patagonia, entre 1902 y
1907, luego de ser derrotados en la Guerra Anglo-boers
de 1902. Torres Susana "Grupos migratorios y relaciones
identitarias en algunos centros urbanos
de la Patagonia,"
en Susana Bandieri, Graciela Blanco y Gladys Varela (dir), Hecho en
Patagonia. La historia en perspectiva regional, Neuquén: CEHIR, 2006, pp.
251-278.
[13] Luis
Carreño Palma, "Chilotes en Aysén y Exploración de los recursos
naturales," Boletín de Historia y
Geografía, 13 (Octubre, 1997): 93-102. Susana Torres, “La inmigración
chilena a Comodoro Rivadavia,” Revista de
Estudios Trasandinos, nro.5,
(Santiago de Chile, I Semestre 2001) pp.61-66.
[14]
Mateo Martinic, "Patagonia Austral: 1885-1925 un caso singular y temprano
de integración regional autárquica," en S. Bandieri coord., Cruzando la cordillera...,459-486. Laurie Nock, "Ethnicity and
economics in Punta Arenas, Chile," tesis doctoral, Montreal:
McGill University, 1990.
[15] M.
Martinic, "Ocupación y colonización de la región septentrional del Antiguo
territorio de Magallanes, entre los paralelos 47 y 49," Anales del Instituto de la Patagonia, VIII
(1977):5-55; Luis Carreño Palma, "Emigración e Inmigración. La Araucanía y Aysén,"
ponencia presentada en las Jornadas de Inmigración, Puerto Natales, 1997,
Chile.
[16] Por
ejemplo de los 8.683 (24.2% de
la población total) personas radicadas en la ciudad de Comodoro Rivadavia, después
de 1955, la mayoría fue chilena Susana Torres y Elvira Córdoba, “La
comunidad chilena de Comodoro Rivadavia,” Todo
es Historia, 461, (Diciembre 2005) p.56, Susana Torres, “La inmigración
chilena a Comodoro Rivadavia,” Revista de
Estudios Trasandinos, nro.5,
(Santiago de Chile, I Semestre 2001) pp.61-66.
[17] Graciela Schneier
Madanes, “Preámbulo a una deambulación, “ en Graciela S. Madanes dir., Patagonia, Una tormenta de imaginario,
Buenos Aires: Edicial Panorama, 1998, p. 11.
[18]
Philippe Grenier, “Historias para ver” en Graciela Schneier-Madanes, op. Cit. , pp.42-67..
[19]
Charles R. Darwin, Diario del Viaje de un
naturalista alrededor del mundo. En el navío de S.M., “Beagle”, Buenos
Aires: Elefante Blanco, 1998, p. 219.
[20]
Algunos de esos bandoleros, incorporados a la cinematografía universal, se
convirtieron en leyenda como es el caso de Butch Cassidy. Marcelo Gavirati, Buscados en la Patagonia, Buenos
Aires: La bitácora, 1999.
[21]
Boleslao Lewin, Quien fue el conquistador
Patagónico Julio Popper, Buenos Aires: Plus Ultra, 1974; Armando Braun
Menéndez, El reino de la Araucanía y Patagonia,
Buenos Aires: Ed. Francisco de Aguirre, 1973; Claudio Morales Gorleri, El rey de la Patagonia. Orellie Antoine I, Rey de Araucanía y
Patagonia, Buenos Aires: Planeta
1999, Glyn Williams, The Desert and the
Dream. A study of Welsh Colonization in Chubut 1865-1915, Cardiff: University
of Wales Press, 1975.
[22] Paul
Theroux, El Viejo Expreso de la Patagonia. Un viaje
en tren por las Américas, Barcelona: Ediciones B, 2000, p. 402
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